Guantes Negros...
Erase
una vez un joven de hermosa apariencia que se paseaba sentado en su silla de
ruedas por un horizonte desértico (digno de cualquier cuadro de Dalí), el cual
estaba buscando el Camino, la Verdad y la Vida.
En su andar se podía observar claramente que su ropaje era bellísimo y de un negro absoluto, él decía que estaba de luto. Llamaban especialmente la atención de su vestuario, unos botines muy bellos de piel de serpiente, también llevaba puestos guantes negros, porque decía que no podía tocar los Cuadros con la piel de sus manos, a pesar de que estaba totalmente ciego de la vista, teniendo unos bellos ojos claros por los que todas sus amigas se deleitaban en observar.
El decía que vagando por ese Valle Onírico encontraría la Verdad a través de un Cuadro, a pesar de que era ciego de nacimiento. Entonces solicitó al Guardián de dicho lugar, que le expusiera todas las obras de Arte de todos los tiempos. Los Museos en la Tierra quedaron vacíos, sin embargo el tocaba y tocaba todas las obras de arte y quedaba aún más vacío que al principio, y continuaba ciego.
Se conocía la Biblia y demás escritos sagrados “de cabo a rabo”, pero nada le llenaba, solamente sentía que sus ropas eran cada vez más negras y como que la piel de sus botas se convertía otra vez en “ser vivo”, entonces, vomitaba mucho él, puesto que siempre le tuvo asco a ciertos animales, se desmayaba y se le iba el apetito.
Era este joven un elemento realmente trágico, nada le consolaba, ni el Arte, ni las Escrituras Sagradas, ni las incontables riquezas que el ser el heredero de la Dinastía más antigua y poderosa de la Tierra le garantizaban.
Era paralítico, no podía ver, pero a veces buscaba a Dios y ese era su mayor y único descanso, pero el resto del tiempo necesitaba estar bajo un estricto y severo tratamiento psiquiátrico porque sino comenzaba a deambular en su silla de ruedas... por las calles como si estuviera loco... Siempre decía: Yo no soy una víctima de nadie...
En su andar se podía observar claramente que su ropaje era bellísimo y de un negro absoluto, él decía que estaba de luto. Llamaban especialmente la atención de su vestuario, unos botines muy bellos de piel de serpiente, también llevaba puestos guantes negros, porque decía que no podía tocar los Cuadros con la piel de sus manos, a pesar de que estaba totalmente ciego de la vista, teniendo unos bellos ojos claros por los que todas sus amigas se deleitaban en observar.
El decía que vagando por ese Valle Onírico encontraría la Verdad a través de un Cuadro, a pesar de que era ciego de nacimiento. Entonces solicitó al Guardián de dicho lugar, que le expusiera todas las obras de Arte de todos los tiempos. Los Museos en la Tierra quedaron vacíos, sin embargo el tocaba y tocaba todas las obras de arte y quedaba aún más vacío que al principio, y continuaba ciego.
Se conocía la Biblia y demás escritos sagrados “de cabo a rabo”, pero nada le llenaba, solamente sentía que sus ropas eran cada vez más negras y como que la piel de sus botas se convertía otra vez en “ser vivo”, entonces, vomitaba mucho él, puesto que siempre le tuvo asco a ciertos animales, se desmayaba y se le iba el apetito.
Era este joven un elemento realmente trágico, nada le consolaba, ni el Arte, ni las Escrituras Sagradas, ni las incontables riquezas que el ser el heredero de la Dinastía más antigua y poderosa de la Tierra le garantizaban.
Era paralítico, no podía ver, pero a veces buscaba a Dios y ese era su mayor y único descanso, pero el resto del tiempo necesitaba estar bajo un estricto y severo tratamiento psiquiátrico porque sino comenzaba a deambular en su silla de ruedas... por las calles como si estuviera loco... Siempre decía: Yo no soy una víctima de nadie...
