“Desde el Principio...”
“Desde el Principio”
“…Este era
homicida desde el principio y no se
mantuvo en la verdad…” Evangelio según San Juan 8.44
Hay almas
que algunos denominan como predilectas, que son “testigos” de ciertos actos
divinos. Quien escribe ha sido tanto testigo
como protagonista de situaciones que tienen que ver con la Divinidad y sus
insondables misterios, además de maravillas que esconde la existencia del ser
humano y de Dios. Y este testigo quiere dejar este testamento público y
universal…
Porque hubo un
principio antes del origen de este universo donde, en algún lugar, todos
existíamos y coexistíamos armoniosamente con el Creador, entre nosotros y con
nosotros mismos. Pero en cierto momento
misteriosamente comenzó el desorden y rebelión… hasta que –lentamente- la iniquidad
llegó al punto máximo de su expresión, situación que solo Dios puede resolver
pero que tampoco está dispuesto a tolerar por mucho tiempo. Esto es consecuencia del potencial de bondad
o maldad que tiene toda creatura inteligente, racional y moral, sea ángel, o
sea ser humano.
Así Dios
decide “desde la eternidad” crear este universo con un único fin: el de
perdonar a las preexistencias que se habían contaminado con la rebelión,
convirtiéndolas en seres de carne y hueso, o sea, seres humanos que tendrían
que pagar el precio de su encarnación, o sea: “el precio del perdón” y donde
cada historia personal es reflejo y continuidad de lo que pasó en el principio
(que ya es un pasado muy lejano), donde toda la Historia Humana, con sus
aciertos y sus males, también es reflejo y continuidad de lo que sucedió en
aquel principio, en aquel lugar, que se une, a futuro, con un continuo eterno y
en un orden de cosas “nuevo” que no tiene final y que trae la paz. Ese Reino mesiánico prometido a la nación
sacerdotal: Israel; y que los cristianos pregonan que es presidido por Jesús de
Nazareth, la mismísima encarnación del Todopoderoso en el marco del Misterio de
la Santísima Trinidad. Este es el verdadero sentido de la expresión “pecado
original”, de la cual todos los seres humanos somos participes exceptuando a la
Virgen Santísima que fue concebida sin pecado original. Y para cada quien la
Cruz que ha de llevar es algo diferente.
La Gran
Guerra de Argumentos –ajenos a lo que había revelado el Misterio- de la
preexistencia anterior a este universo y la existencia del hombre en el planeta
Tierra, y los alineamientos que se dieron en favor o en contra del plan de Dios
y a favor o en contra de la rebelión satánica, dieron origen en cada ser humano
al lugar que ocupará en la Historia Humana y dentro de las jerarquías que
solamente servirán “a futuro” para obedecer a la Divinidad por la eternidad, y así
todos tendremos un superior a quien obedecer por siempre, ya que en el cielo
todo será obediencia… nada más…
Las grandes
familias antropológicas, sociológicas y nacionales, estratificaciones,
realidades políticas, religiosas y económicas, escuelas intelectuales son un
punto de referencia que se refleja en cada entidad personal y colectiva, pero la
pertenencia a alguno de estos elementos circunstanciales no es la palabra final,
sobre la vida de cualquier ser humano, debemos evitar prejuicios raciales,
sociológicos, nacionalistas, religiosos o de cualquier índole, ya que esa
palabra final la contiene el Juez eterno, Señor de la Historia, Rey del
universo, Dios encarnado.
Cada uno de
nosotros tiene un aspecto físico, pertenece a una clase social, tiene un nivel
de instrucción, un espacio tiempo en el cual ha nacido, en el marco de una
familia, una orientación sexual, un estado de salud, una nacionalidad, una
religión, etc… con unas características
especificas para cada quien. Esta es nuestra mejor tarjeta de presentación,
entre unos y otros.
Al final lo
importante es que todos quepamos dentro del “Arca de Noé” que es el
misericordioso amor divino, que es la Iglesia universal[1]
y la Tierra: Hermoso, pequeño… pero incomprensible y disparatado planeta. Cada quien tiene un rol que ejecutar para que
la Historia se desarrolle de manera que el conflicto que hubo desde el
principio, también la solución está inmanente para que se resuelva en la
Historia, para que también haya la solución del conflicto, un Reino
alternativo, que Jesús llamó “de los Cielos”, a donde habrán de acudir todos
los hijos pródigos.
Un Reino que
sólo Dios domina y donde no entra ninguna contaminación, desorden o rebelión
nueva. Dios no creará otro universo para
perdonar a nadie, así que la humanidad, o el grupo de personas que se salven
(por dejar un beneficio de duda) no podrán ya más revelarse contra Dios, si
pudieran llegar a hacerlo, claro está, sino todo lo contrario, han de ser sus
servidores por siempre, y esa es la jugada que los humanos deben ganarle al
demonio, una creatura, “puro espíritu” que ya no tiene ninguna esperanza de salvación.
¡Recuperemos todos la obediencia perdida en el huerto del Edén…¡
Todos hemos
venido a sufrir, comenzando por el mismo Mesías-Dios: Jesús… Siervo sufriente
de Yahvé. No iba a ser fácil satisfacer la justicia divina y sus exigencias,
cosa que Dios conocía muy bien desde la eternidad. Aunque su misericordia siempre es superior a
su juicio. Cosa que Jesús maneja por esencia
muy bien, por ello el Padre lo ama a Él y a través de Él a la humanidad. Ahora Jesús es el dueño de la Humanidad, por
lo tanto Señor y Juez de la Historia y de cada ser humano.
Para los que
son de carne y hueso hay todas las consideraciones necesarias, por algo cada
ser humano nace como niño completamente inocente de las obras de este mundo,
hasta que se vuelve un ser malicioso con el paso del tiempo, y con el
crecimiento y toma de conciencia, debe empezar a asumir su posición en la vida
con respecto a sí mismo y a la existencia de algún Dios o algo Supremo.
En el clímax
del conflicto, Satanás y sus cercanos no quisieron encarnarse, para no pagar el
precio de su rebelión (la Cruz)[2],
tomando todos ellos el elixir de su propio veneno al llevar a Cristo a la Pasión;
mientras que la mayoría si escogió “venir” y así nos seguimos reproduciendo, y
siguen naciendo nuevas creaturas humanas que se suman a esta espiral de
salvación y sufrimientos, dividida en muchas generaciones, donde todos estamos
unidos por el vínculo sagrado del nacimiento carnal, la sangre y la familia,
pero a la vez separados por cada tiempo histórico. A quienes no se les permite nacer, los
abortivos, su alma vuelve al cielo de donde vino, aunque instintivamente desean
venir a este mundo, sin saber en la conciencia del útero, que es exactamente un
valle de lágrimas. Se podría suponer que estas Almas sacrificadas vuelven a su
sitio de origen: el Cielo, como perfectos mártires.
Todos los
seres humanos tienen madre, buena o mala pero la tienen, el enemigo del hombre,
Satanás, no tiene madre o familia, no tiene alma, perdióla en su caída, él es
“puro espíritu perverso”. Todos tenemos
nuestros padres biológicos, quienes nos concibieron, pero el Alma sólo la puede
crear Dios, y en el mismo momento de cada concepción Dios entrega el Alma, para
que empiece a peregrinar por este mundo en el cuerpo humano asignado.
Ningún alma
puede deshacerse de sus errores cometidos en el principio, debe cargar con sus
propias miserias y problemas, hasta que Dios “quiera”, hasta que la
misericordia divina le alcance, y ese ser empiece a funcionar al ritmo de Dios,
aunque sea después de una purificación post-mortem en el Purgatorio.
Absolutamente todas las cosas creadas están relacionadas con un Dios único,
benevolente, misericordioso, que no busca airarse contra nosotros los humanos,
sino todo lo contrario, quiere reconciliarnos con el amor divino.
Millones de
historias personales están relacionadas entre si, para construir un grandioso
árbol genealógico universal de donde surge la Historia humana. Y… ¿quién es el
Señor de esa Historia?: Jesús, únicamente Jesús: Dios hombre, nacido de una mujer
llamada María, la creatura más poderosa e importante del universo, de la Tierra
y el Cielo; ya que ella fue la esclava más fiel a Dios durante todo el proceso
de la rebelión del principio, ella fue quien le hizo más férrea oposición a
satanás y su cohorte, a tal punto que fue la única, de los que iban a ser humanos,
que no pudo ser contaminada por el enemigo; por lo que Dios observando desde la
eternidad la pureza de los méritos de su creatura, tanto en el principio como
en su futura vida en la Tierra, la eligió y premió como el Arca de carne y
hueso que lo contendría a Él mismo, sin ningún pecado, para hacer su entrada al
mundo de la tragedia, al mundo de los pecadores… en su Hijo… al mundo de
quienes, aunque sea en un grado mínimo, se rebelaron contra Dios en algún
momento. De ahí el pecado original que es universal (excepto en María que nunca se contaminó) y
he allí el origen del dogma de la Inmaculada Concepción. Así Maria, y su intercesión en momentos
decisivos de la guerra que se gestó en el principio, por la estratagema
satánica, sin ningún uso de omnisciencia solicitó a Dios una solución para que
la condenación no fuera ineludible, dentro del universo de los postulados a ser
encarnados. Recordemos que nosotros, el
pueblo de Dios somos un Reino de Sacerdotes, o sea de intercesores y
representantes ante Dios del resto de la Humanidad.
Y todo esto
sucede porque Dios es Amor desde una Cruz, y María, Madre de Dios, es amor e intercesión
al frente de esa Cruz, lo que la hace corredentora al lado de su Hijo Jesús. Mención especial merecen la futura nación de
lo que serian los israelitas, que es aquel linaje humano de donde proviene
María, y que fue la familia que representó y defendió el plan de Dios contra la gran batalla de la rebelión
inicial; familia y nación sacerdotal que inverosímilmente rechaza a Jesús, que
es Dios: sus palabras y sus hechos… Así
toda la historia se teje con mucho… pero con mucho dolor, ese misterio a todos
nos consta personalmente y en nuestras conciencias históricas… sin embargo el
sufrimiento es el bálsamo que purifica nuestras almas: “Sufre y deja vivir a
los demás; dedícate a sufrir, porque aunque no lo puedas entender ahora, serás
recompensado en su momento”.
Todos somos
ángeles, lo que sucede es que algunos se han encarnado y otros no (hubo ángeles
y arcángeles que no se rebelaron); y la diferencia entre el Cielo y lo que sucede en la Tierra no
existe… lo que sea atado aquí… será atado allá, responsabilidad que Jesús dejó
depositada en la Iglesia. Los espíritus
inmundos buscan descanso de los lugares áridos, posesionándose de gente que les
sirven y les rinden culto… Es por ello,
señores, que este paraíso llamado planeta Tierra, es una estancia temporal que
Dios hizo para PERDONARNOS por pura gracia, pero Dios también tiene su manera
particular de hacer las cosas, y así
como el Padre de familia disciplina a sus hijos, porque los ama, así Dios es un
Padre justo y nadie podrá quedar
descontento y debemos acostumbrarnos a ser cada uno lo que es ¡y ya…¡ aunque
siempre hay oportunidad de santificación cuando hay disposición. En cuanto al infierno, dice el Nuevo
Testamento que fue preparado para el diablo y sus ángeles, el homosapiens, de
alguna manera, ya no es un ángel y tiene una nueva oportunidad, hay que ser
responsable de esa oportunidad cuando ya se tiene conciencia de ella; y
preparar a las nuevas generaciones para que no se cometan los errores del
pasado, es la mejor manera de mostrar gratitud a Dios por habernos creado y
perdonado, aunque nos haya traído aquí a
sufrir, no importa. La eternidad “bien vale una misa”. Así que cada quien debe asumir la
responsabilidad de lo bueno o malo que ha hecho, lo cual tiene sus
consecuencias. Dios nos hizo, nos dio
libertad, pero la libertad que realmente valió fue la de la preexistencia a
este orden de cosas. Ya que plantearse
la libertad como ser humano es algo muy limitado, que por su propia pequeña
dimensión no tiene peso alguno en relación con el poder de que gozábamos cuando
todos éramos ángeles y no sabíamos que iba a haber rebelión alguna en contra de
Dios.
Sea cual
fuere la verdad a través de la cual la gente busca darle sentido a sus vidas,
entorno y mundo. Ésta es mi verdad, explicada de manera teológico
literaria. Y una salvación universal,
ilimitada para la humanidad es lo más profundo que concebir se pueda, y también
lo más hermoso. El apóstol no miente
cuando dice que ante Jesús toda rodilla se doblará y toda lengua le confesará
como Señor, lo que significa Amo, Dueño. La eternidad en el Cielo “bien vale una misa”. Ahora solo queda comenzar a sonreír y ser más
optimistas y comenzar a rogar por una apocatástasis segura. Ahora bien, ¿Qué sucede con aquellos que
fueron en vida tan perversos y malos, como para no merecer ninguna salvación? Dejando
un beneficio para la duda: La única respuesta es una combinación de “misterio”,
misericordia y justicia. “Júzgame solo
tú Señor que eres el único que conoce la verdad de mi culpa”.
Apocatástasis: (griego: “restablecimiento” o “restauración”), retorno de todas las
cosas o de cualquiera de ellas a su primitivo punto de partida. En el Nuevo Testamento el concepto aparece
por lo general en la cópula “Apocatástasis tompánton” que viene a significar
nueva creación del mundo, coincidiendo con las expectativas mesiánicas del
Antiguo Testamento. “Pues he aquí que yo
creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán
a la memoria” (Isaías 65,17). En los
manuscritos de Qumrán se utiliza esta formula para referirse a la “imposición
del reino de Dios”.
En un discurso del
apóstol Pedro esta tradición se asocia expresamente a las expectativas
neotestamentarias “A Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la
restauración universal de que Dios habló por boca de sus santos profetas” (Hch
3,21). Diccionario Ilustrado de la Biblia, Edit Everest, Madrid, 1996.
Sino se quiere aceptar la Apocatástasis como una posibilidad que las
Escrituras dejan entrever, se puede asumir como una propuesta a la Divinidad
como solución a los problemas planteados en la Historia Humana: la Guerra, la
pobreza, la ignorancia, la injusticia, etc.
El hombre ha tratado, a través de sus luchas e ideas de solucionar todo
esto, pero como el hombre no fue hecho para gobernarse a si mismo, con ciertos
aciertos, siempre fracasa y fracasará mientras el Reino no se imponga; asumiendo el gobierno
del mundo directamente poniendo orden en todos los asuntos concernientes a la
Creación.
[1] La Iglesia Católica, como
sacramento de la Historia Humana y del Reino de Dios; es aquella Asamblea
Universal donde todos los hombres se ven involucrados de un modo u otro, y de
la cual no pueden escapar. Basta con
visualizar el Juicio Final y podemos ver que todos los hombres y mujeres, vivos
o muertos, están allí.
[2] En este momento cumbre
del enfrentamiento, Satanás rechaza lo que sería su castigo y redención. Dios Hijo toma sobre sí todas nuestras
culpas; demostrando que es el camino angosto y evangélico el que nos da el
perdón a los seres humanos, anteriores ángeles que nos habíamos contaminado,
aunque fuera en grado mínimo. Luego de
la resurrección la invitación a beber del cáliz del triunfo de Jesús es
universal.